¿Alguien movió bruscamente las manecillas del reloj?

-¿Dream hostel?- Pregunta la joven un poco preocupada.
-No te entiendo- Contesta él con cara de confusión.
-¿Mamatoco? - Con su acento inglés intenta reincorporarse la chica.
Él cambia su rostro de extrañeza,  he inmediatamente con tono alegre responde. -¡Aaaah no! Todavía falta mucho. En este bus vas a demorar más que lo que duraste en el vuelo.

Me quedé detallando su persona, dos palillos en la oreja, uñas largas, sonrisa alargada, su tez tostada por el sol y las manos puestas en el timón. Solo tenía diez minutos de estar en mi ciudad y ya este señor con su personalidad caribeña me sacó un par de carcajadas sin que pudiera evitarlo, gracias a su gesto “inocentemente” burlesco, propio del calor, la arena y el mar. Mar que desde arriba se hace más inmenso mientras yo me vuelvo más diminuta. Aguas encapsuladas en un ovalo para mi infinita contemplación.  Justo en ese momento hay una explosión de melancolía  y se sienta encima de mí un ser emotivo que me aplasta el lagrimal, hasta que pongo los pies en la tierra. Tierra que  se mezcla entre las olas, sal que despierta mis sentidos. Entonces veo a la gente con su ropa mojada, con morrales y niños cargados, mientras caminan hacia sus casas a unos metros del horizonte infinito.  Es imposible no divagar en la hermosura de lo sencillo, de lo que no sé explicar. En aquel momento recordé la vez que mi padre me enseñó a nadar, del fotógrafo análogo,  el vestido de baño amarillo, el morro a nuestras espaldas y mis dedos arrugados. Un tiempo en el que la bahía era un paraíso y…

No sé en que momento me perdí en los recuerdos y el tiempo tan rápido pasó. Ya no estoy allá, siento como si solo hubiera espabilado, ¿O alguien movió bruscamente las manecillas del reloj? Ahora, encima de esta tela gris y abullonada, mientras el sol se me escapa por la misma ventana ovalada, hay tanto que se queda atrás,  hay tanto que se viene conmigo.  Ojalá hubiese una puerta en mi baño que diera hasta el mar, ojalá cuando me baje la lluvia no moje mis zapatos llenos de arena.


Santa Marta



Fotografía: Melary Sarmiento




Comentarios